Monday, April 21, 2014

Ya van a ver

Recién pasado el 2001, éramos unos cuantos los que nos empezamos a interesar por la política. Los partidos eran mala palabra. La izquierda caía en la volteada y había que remar ante la tierra arrasada que habían dejado los '90 en las mentes y los cuerpos de millones. Pero la clase obrera tiene su tradición. Tiene su historia de lucha. Tiene sus mártires. Tiene sus valores. Tiene todo esto que la mantiene siempre amenazante, ejerciendo su derecho a resurgir una y otra vez.
Una vez nos dijo un compañero a varios (algunos años más jóvenes) que nunca habíamos visto a la clase obrera a la ofensiva. Que ya lo íbamos a ver. Y eso que tantas veces había sido cantado, recién empezaba a comprenderse en su verdadera magnitud. Y quizás hoy estemos empezando a desenredar la punta de ese monumental ovillo.
Largamos.


Ya van a ver

El 2001 nos encontró casi desarmados. Una crisis enorme. Al lado nuestro, una clase obrera con pánico a la desocupación, con el movimiento piquetero, las asambleas y las fábricas recuperadas intentando resistir la arremetida. Y no fue poco lo que se hizo. Y pasó el 19 y 20. Y tiramos a un presidente. Y otros tres y unos cuantos funcionarios huyeron asustados. Fue enorme. Pero los músculos de los trabajadores en las fábricas y los grandes servicios seguían entumecidos. Los sindicatos vendidos. Todavía se mantenía esa maldita conquista burguesa de la fábrica tumba.
Todos aquellos que vivimos la basura reaccionaria noventista, el inmediatismo, el individualismo a flor de piel, sentimos una brisa de aire reparador en esas calles llenas de gases de Buenos Aires y las principales ciudades del país. 


Y así nos agarrábamos de cada cosa que podíamos. Bancábamos a Zanon. A las obreras de Brukman. Enfrentábamos a la Bonaerense que nos mató a Maxi y a Darío, a Duhalde, a Solá. Nos aferramos a una estrategia y peleábamos. Abrazamos el trotskismo y nos enfrentamos al kirchnerismo y las ilusiones de los reformismos latinoamericanos. Teníamos un desafío: llegar a la clase obrera.
El 2001 fue un cimbronazo para todos. Mucha juventud volvió a la política. Y no porque Néstor bajó un cuadro y hoy Cristina suba otro. Fue un violento despertar con un presidente que cayó por la movilización popular, por los piquetes, por las asambleas populares, por las fábricas recuperadas. Fue un violento despertar ver en carne propia a una "democracia" desesperada que defendía sus privilegios como podía, a los tiros. El peronismo siempre nos intentó convencer de que la historia de la clase obrera empezó el 17 de octubre del 1945. Néstor nos quiso decir que la militancia volvió el 25 de mayo de 2003. A esta altura, ya no hay peor ciego que todos esos fanáticos del relato que ya no quieren ver.
En estos años pasamos algunas. Discutiendo horas contra autonomistas empedernidos que ya abandonaron, contra el macartismo, el reformismo, el kirchnerismo, la maldita miseria de lo posible. Poniendo el cuerpo en el Casino, en Mafissa o en el subte. Con odio ante el asesinato de los mineros de Río Turbio y las torturas y la cárcel a los petroleros de Las Heras. La desaparición de Julio López, a quién a pesar de tanto DD.HH. CFK jamás se refirió. ¿Raro no? Con bronca por Luciano Arruga y los miles de pibes que matan las policías de todo tipo y color. El asesinato de Mariano Ferreyra por los sicarios de la burocracia de Pedraza. Pelea tras pelea. Derrumbando cada uno de los argumentos de los kirchneristas, de los kirchneristas culposos, de los sojeros. Con una confianza enorme en eso que todavía sólo habíamos leído y nos habían contado. Y siempre intentando ir a la clase obrera. Y cada vez que emergía la lucha de clases respirábamos, esa que a veces está tan sumergida, que parece que se fue, pero no, sigue latente, horadando todo. La vivíamos con intensidad. Jabón Federal, Casino, Mafissa, Kraft. Llenos de anécdotas vibrando ante cada una de esas luchas. Todo era enseñanzas y experiencias. Así se fue forjando el PTS estos años.

Una vez más. El derecho a resurgir

Hoy la izquierda ha ganado un espacio que no tenía entonces. El Frente de Izquierda se ha transformado en una referencia para millones. El desafío se multiplica.
Los docentes se nutren de esta gimnasia política que vivimos en el kirchnerismo con un activismo joven con algunos años de militancia incluso que empieza a cuestionar a los burócratas en los sindicatos. Pero eso parece ser sólo el comienzo. Hoy son otros los que están tocando la puerta, unos que no estaban en los planes de burócratas ni empresarios.
Ya los quilomberos no están son sólo en las universidades y en los colegios. La política está saltando los molinetes de las fábricas. Ya no es un zurdo que vino de afuera a hablar de política. Son cada vez más los que hoy se consideran uno más de esos zurdos. Y este clima parece haber llegado para quedarse en los vestuarios, los comedores y los fumaderos. Es tan profundo que no se sabe bien cuándo empezó (¿el 20N? ¿antes? ¿después?) pero estos trabajadores no se van a ir con las manos vacías ni van a dejar que les arranquen sus conquistas. Son obreros y obreras que empiezan a ser sujetos de sus propios destinos.
Y la izquierda tiene la obligación de confluir con esta generación de obreros y obreras. Sólo aquellos que decidan ser parte orgánica de esto podrán intentar ser tener sus destacamentos listos en la gran batalla y no tener que quedar condenados a comentarla desde las redes sociales.
La voluntad de fundir al trotskismo con esta generación de trabajadores y darnos un plan para acabar con la explotación, aprendiendo de los errores del pasado, es indispensable para vencer. No será desde discursos en la tele ni desde los volantes.
Son obreros y obreras, son jóvenes, tienen personalidad, son pillos, van al frente. Y son cada vez más. Y es un orgullo que el PTS esté haciendo codo a codo esta experiencia con todos ellos. Eso es lo que empieza a preocupar a los asesores de las cámaras patronales y a los burócratas sindicales. También muchos de esos gerontes de la burocracia se acuerdan de lo que es capaz la clase obrera a la ofensiva. Y estos activistas afloran en Córdoba, en Pilar, en Rosario, en Pacheco o en Monte Grande. Serían demasiadas casualidades. Es algo mucho más profundo que viene de muy abajo. El desafío es estar cada vez más organizados, tener un plan para derrotar este sistema de miseria y explotación. Y en esa carrera de velocidades contra nuestros enemigos estamos metidos ahora.
No estamos hablando una fusión en general del movimiento obrero y la izquierda revolucionaria en el mero terreno de la ideas ni de las boletas electorales. Tiene que ser una fusión plena en la calle, en los piquetes, en las fábricas, en los barrios, en los sindicatos, en los asados y los campeonatos de fútbol. Haciendo, pero también pensando cada movimiento. Siendo inteligentes.
Y algo de eso se vio el 10A en la Panamericana. Hegemonía obrera pura. Cientos de estudiantes llegaron de todos lados a apoyar el corte de los obreros combativos de la zona norte. Berni también lo pensó y por eso mandó los gendarmes a “impedir el corte de Panamericana”. Ese era el corte que no quería. Ahí se concentró la pelea política de los piquetes. Y la izquierda subió. Y los compañeros del PTS militaron en cada curso y en cada asamblea de centro de estudiantes convenciendo de que había que apoyar a los obreros y obreras en Panamericana y Henry Ford. Los vecinos de Las Tunas cuyos barrios se inundan porque el bueno de Massa levantó los terrenos de los countries y puso enormes paredones que no dejan drenar el agua también se encolumnaron junto a las comisiones internas combativas.



Fue una prueba de fuerzas. Y todavía somos pocos. Si esto lo consiguió un puñado de comisiones internas, cómo sería un paro donde la izquierda tenga una intervención decidida desde decenas de sindicatos, en varias provincias. Todo esto puede estar empezando; está empezando una vez más. Hasta hoy, fueron varios los compañeros que mantuvieron viva la tradición del trotskismo, sacando lecciones y sacando el jugo a cada experiencia que nos dio la realidad, confluyendo con los que crecieron en los ’90 y ahora jugándose mucho por estos jóvenes obreros y obreras que ya son parte de la realidad argentina. Como se ha dicho alguna vez, “no queremos ser parte de una nota a pie de página, intentamos escribir día a día las páginas centrales de la enorme tradición de la clase obrera”. Y no va a ser ya para enfrentar un plan de ajuste capitalista sino para sentar las bases de una nueva sociedad.
Hace unos días un camarada de más de 80 años volvió a recordar eso de “Yo ví a la clase obrera a la ofensiva”. Y fue el mismo paro del 10 el que volvió a poner a la luz ante millones la fuerza que tiene la clase obrera cuando se decide a mostrar su poder. Y fue lo primero que pensé cuando vi a Medina, ese joven delegado recién liberado después del piquete, decirle a esos mismos gendarmes que lo tenían detenido: “Nos vemos en el próximo corte”. Llegaron para quedarse. Seguramente, haya victorias y derrotas preparando la batalla, que vayan tensando los músculos, pero ellos y ellas no se van a ir así nomás.
Y ojo si se deciden a ir por todo una vez más. Ya van a ver.

 

2 comments:

  1. Excelente, espectacular mirada sobre la izquierda y su rol combativo. Hoy estamos mas fuerte que nunca, y vamos a seguir creciendo. Un abrazo

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  2. Brillante texto, registro potente de este momento de la clase obrera en Argentina y las múltiples tareas que se nos abren en todo el mundo.
    Un abrazo.

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